lunes, 15 de diciembre de 2014

Paisaje en El Escorial I



RESUMEN de la presentación de "Paisaje en El Escorial" que ha tenido lugar el sábado 13 de diciembre 2014, en la Librería de las Cocheras del Rey, en San Lorenzo de El Escorial:




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El sistema solar se compone de estrellas y planetas; los filósofos griegos aseguraban que los elementos básicos eran agua, aire, tierra y fuego; los humanos somos de carne y hueso. Pues bien, los componentes sustanciales del paisaje de El Escorial son el agua y la piedra. Lo miremos por donde lo miremos, todo en él es agua saludable y pura y piedra granítica, la misma que sirvió para moldear el monasterio.











Mi amor por la tierra y el paisaje escurialense brotó en el jardín de los Frailes, cuando siendo niño, me llevaba todas las tardes mi madre "para que tomara el aire" complementando así la merienda que siempre solía consistir en un bocadillo de mortadela o, alternativamente, de foie-gras Mina. Allí, guarecido de los vientos invernales céfiros o favonios que decía el P. Sigüenza, correteaba escondiéndome entre los macizos de boj. Luego vinieron los paseos infantiles con mi padre al arca del Helechal y después al puerto de Malagón. Fueron vivencias entrañables que llegaron a marcar, desde entonces, mis gustos y mis preferencias paisajísticas. 
Sobre estos paisajes de la infancia, Unamuno escribe en Andanzas y visiones españolas:

Aquellos paisajes, aquellas montañas, valles o llanuras fueron en los que se amamantó nuestro espíritu....

Aquí no vamos a hablar del monasterio, que de él ya lo han hecho sobradamente literatos e historiadores, sino de su entorno.
Nos referimos a un valle en cuya cabecera se encuentra el geométrico cono del San Benito, flanqueado por Abantos y Risco Alto, por el lado septentrional y El Fraile y los Ermitaños que lo cierran por el sur. Valle surcado por rio Aulencia, altisonante topónimo que, ciertamente no se corresponde con su escaso caudal. 
El jerónimo P. Sigüenza, cronista de la Fundación del Monasterio: 

Guardadas las espaldas con el mismo monte de los cierzos fríos, aunque por una canal que hace la sierras descubierta a los céfiros o favonios, que la fatigan en el invierno, mas refréscanla y tienen sana en el verano.

El antedicho San Benito, por su situación en la cabecera del valle, es al que se le inculpa de todas las inclemencias meteorológicas que puedan padecer los habitantes del pueblo, que no son pocas. Según nos cuenta el P. Vicuña, cuando el tiempo está de cambio, los “gurriatos”, apodo por el que se conoce de antiguo a los escurialenses, miran a la cima del monte y si la ven ya cubierta de nubarrones, entonces se proveen de paraguas y repiten resignadamente el viejo refrán local que anuncia que cuando San Benito se pone la toca, queda San Lorenzo hecho una sopa. 
Y entre medias de estas alturas, en sus laderas y en el fondo del valle encontramos, básicamente, dos tipos de escenarios botánicos, complementarios si se quiere, pero ambos rivales en encanto. Nos referimos, en primer lugar, al pinar, en la ladera septentrional, poblado principalmente por pinos pinaster o ródenos, con algunos pinos silvestres, y salpicado con rodales de otras variadas especies, y en segundo lugar, a la dehesa de la Herrería, en donde los rebollos y los fresnos son mayoritarios. 
Os proponemos tres referencias literarias poco conocidas:
Los versos de La Araucana de Alonso de Ercilla, de 1569, que aluden al paisaje escurialense:

Mira aquel sitio inculto y montuoso
al pie del alto puerto algo apartado,
que, aunque le ves desierto y pedregoso,
ha de venir en breve a ser poblado.

Baltasar Porreño, contemporáneo de Felipe II, cuenta:

Adornó los bosques que mira este edificio de San Lorenzo el Real que son un jardín natural, regado de muchas fuentes y de huertas con frutales nunca gozados hasta su tiempo, traídos de varias provincias para hacer este admirable conjunto.

En El Lazarillo de Tormes:

Pasé por El Escorial, edificio que muestra la grandeza del Monarca que lo hacía, tal que se puede contar entre las maravillas del mundo, aunque no se diría dél que la amenidad del sitio ha convidado a edificarlo allí, por ser una tierra muy estéril y montañosa; pero bien la templanza del aire, que en verano lo es tanto, que con solo ponerse a la sombra, el calor no enfada ni la frialdad ofende, siendo por extremo sano.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Paisaje en El Escorial II



RESUMEN de la presentación de "Paisaje en El Escorial" que ha tenido lugar el sábado 13 de diciembre 2014, en la Librería de las Cocheras del Rey, en San Lorenzo de El Escorial.


LA ESCUELA DE INGENIEROS DE MONTES

El aspecto frondoso de nuestros montes no fue siempre como lo disfrutamos ahora. 
El resurgir del bosque acaeció a finales del siglo XIX, exactamente en 1869, y se lo debemos al providencial traslado a la Casa de Oficios escurialense de la Escuela de Ingenieros de Montes y, muy en particular, a un profesor de ella, don Miguel del Campo Bartolomé, (1862-1934), nacido en San Lorenzo. A ambos, institución y personaje, hay que agradecer que nuestros alrededores estén hoy en día cubiertos de una tupida masa arbórea que embellece a la par que evita la erosión, alimenta los manantiales y defiende el microclima del lugar. Don Miguel, preclaro "gurriato" al que este pueblo debería una mejor memoria que la que atestigua la abandonada fuente que lleva su nombre, situada en la cabecera de la presa del Romeral. En ella, en una placa ya desaparecida, se agradecía su amor y dedicación por el paisaje escurialense. 
En aquel año se instalaron aquí las necesarias aulas, gabinetes y dependencias, y como jardín forestal y viveros se utilizaría el parque de la casita del Infante y, como campo de prácticas, los cuarteles de la Solana y el Romeral.
Un profesor de la Escuela de Montes, Lucas Olazábal, escribía lo siguiente:

Para el que gusta de lo natural, no hay pensil comparable a la Herrería en el mes de Mayo. Más de 400 especies herbáceas fanerógamas representadas con amplitud y todas en flor, ostentan un variado de matices que no cabe en la imaginación más poética.

Y en 1889, otro profesor, José Secall publicaba un catálogo de plantas vasculares de la zona de San Lorenzo del Escorial con 1062 especies pertenecientes a 96 familias.
A pesar de que, al parecer, el roble melojo había sido la especie autóctona por estos predios, se eligió, básicamente, el pino rodeno dejando para las alturas el pino silvestre considerado como más resistente. Para la ejecución del plan se puso en marcha un vivero en el lugar denominado Los Llanillos, situado al final del camino Blanco, a 1300 m de altitud. Posteriormente se prepararon otros dos viveros a mayor altura, en la vereda de los Gallegos, cerca del manantial del Trampalón.
La inauguración oficial del proyecto tuvo lugar en aquel año de 1892, efectuándose en presencia de las autoridades las primeras plantaciones de árboles en la fuente de la Teja que, después, se convertiría en un símbolo de la repoblación, recibiendo el nombre de Parque de Miguel del Campo, en agradecimiento a aquel escurialense que felizmente había impulsado tan fecunda iniciativa.
La repoblación concluyó en el año 1914, es decir 22 años después, año que resultó nefasto para el pueblo de San Lorenzo debido al inesperado traslado de la Escuela de Montes a Madrid.





No podemos hablar del paisaje escurialense sin una cita muy especial a Ortega y Gasset, que tuvo buenas oportunidades de captar el espíritu de este lugar durante sus prolongadas estancias en el Real Sitio. Su infancia transcurrió aquí, y aquí aprendió a leer, y fue en 1887 cuando estableció aquí su vivienda. 
Hubo, ciertamente, gran sintonía entre este pensador con El Escorial y su paisaje. Residió en diversas etapas de su vida en la segunda casa de Oficios y allí, en una placa conmemorativa, se recuerda su conocida sentencia: 

Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo. 

Pero ¿qué es la circunstancia? Es el conjunto de todo lo que nos rodea y, para Ortega, es lo que el sujeto experimenta como situación vital, las cosas mudas que están en nuestro próximo derredor 
En 1906 en El Imparcial, un artículo: Pedagogía del paisaje: 

El paisaje ha creado la otra mitad de mi alma; nos enseña el fondo mismo de nuestra propia identidad. 

Después, en 1910, se casó y pasó aquí su “luna de miel”, pero sería en 1914 (ahora se conmemora el centenario) cuando fijó su residencia aquí por dos años hasta su marcha a la Argentina. Durante este periodo frecuentó sus tres predilectos rincones escurialenses, la Lonja, la Herrería y el Jardín de los Frailes. 

Personalmente nos encanta un texto de Las meditaciones del Quijote, de 1914, en el que Ortega se siente más lírico apasionado que filósofo racionalista. De toda su ingente obra hemos seleccionado estas citas:

Este bosque benéfico que unge mi cuerpo de salud, ha proporcionado a mi espíritu una grande enseñanza. Es un bosque magistral, viejo como deben ser los maestros, sereno y múltiple. Además practica la pedagogía de la alusión, única pedagogía delicada y fecunda.. Quien quiera enseñarnos una verdad que no nos la diga: simplemente que aluda a ella con un breve gesto.... Quien quiera enseñarnos una verdad, que nos sitúe de modo que la descubramos nosotros. 

En una conferencia pronunciada en el Ateneo madrileño, en 1915, Ortega sostiene que el espectador puede llegar a desarrollar su propia potencial capacidad para modelar los paisajes y lo afirma, desde luego, con su mente puesta en El Escorial: 

El Guadarrama es la sierra materna y en El Escorial es donde ha asentado mi alma. 

Es importante la luz en el paisaje del Escorial 

Tales fueron los pensamientos suscitados por una tarde de primavera en el boscaje que ciñe al Monasterio de El Escorial. Bosque, paisaje y circunstancia que han proporcionado a mi espíritu una gran enseñanza. 

Cada hora trae su luz y cada luz -como un poeta- crea de nuevo todas las cosas a su manera. Gracias a esto, el mundo que es ya tan rico en formas estáticas, aumenta indefinidamente su contenido.