martes, 7 de agosto de 2007

El lugar y las fuentes

Así contaba el padre Sigüenza el comienzo de las obras del monasterio en 1561:

Principio del mes de abril del mismo año, comenzaron a desmontar y quitar la jara de todo aquel contorno, donde había de señalarse y elegir la planta, que estaba grande y crecida, abrigo en invierno de los ganados de la pobre gente de aquella aldehuela, y donde el verano pasaban la siesta y tenían sus abrevaderos.
Había dos fuentes caudalosas, sin otras que jamás, por estéril que fuese el año, las vieron agotadas: la una, que está ahora junto al estanque y alberca de la fuente de la huerta, se llamaba la fuente de Blasco Sancho; la otra, más apartada hacia el Poniente, se llamaba Matalasfuentes; pusiéronle este nombre los pastores de la sierra porque los ganados bebían allí de mejor gana que en las otras, no por ser más delgada ni mejor agua, sino por tener alguna más sal; llámase ahora la fuente de la Reina.



lunes, 6 de agosto de 2007

Los alrededores


El mismo padre Sigüenza describía así los alrededores de El Escorial:


Junto a este puesto están dos dehesas de grande frescura y arboleda acomodadas para caza, pesca, jardines y leña, para el servicio del convento; la una, que se llama la Herrería, tan cerca al mismo sitio que se linda con las paredes del convento, tiene en contorno poco menos de una legua, poblada de diversas plantas y de mucho pasto y verdura, donde se ven grandes manadas de venados, puercos, jabalíes, en piaras, conejos sin número; mirada desde el mismo convento parece una mata de albahaca en el verano, que es gran alivio de la soledad y la vista. Antiguamente hubo en ella herrerías, de donde tomó el nombre, y de ellas y de una iglesia que estaba allí y tenía pila de bautismo, se llamaba la Dehesa de la Herrería de Nuestra Señora de Fuentelámparas. En la montaña hay muestras de minas de hierro, y el pueblo que está allí cerca conserva también el nombre, y se llama El Escorial, donde se ven ahora alrededor las cenizas y las escorias en no pocos montones. La otra se llama la Fresneda, algo más apartada de la casa, aunque también a su vista, distancia de media legua escasa.


Antonio Ponz en 1765.


El sentido práctico de la Ilustración se aplica a El Escorial en el “Viaje de España” de Antonio Ponz, escrito en 1765:

Al territorio del Escorial nada le faltará para ser hermosísimo por estos lados de oriente y parte del norte, teniendo de ellos el mayor cuidado; la misma ventaja logrará el mediodía, en donde se halla la bella dehesa y bosque de la Herrería, que empieza desde las paredes de la huerta del convento y continúa hasta el pie de un alto monte llamado el Castañar, por la porción que tiene de estos árboles, cuya fruta aunque no es muy crecida, es tan sabrosa como la haya en España de su especie. De gran utilidad y hermosura sería aumentarlos por todas las faldas del expresado monte, distante del Escorial menos de media legua.

Ortega en "Meditación del Escorial"


Este párrafo pertenece a su “Meditación del Escorial” uná parte de “El Espectador”:

Sobre el paisaje del Escorial, el monasterio es solamente la piedra máxima que destaca entre las moles circundantes por la mayor fijeza y pulimento de sus aristas. En estos días de primavera hay una hora en que el sol, como una ampolla de oro, se quiebra contra los picachos de la sierra, y una luz blanda, coloreada de azul, de violeta, de carmín se derrama por las laderas y por el valle, fundiendo suavemente todos los perfiles: Entonces la piedra edificada burla las intenciones del constructor y, obedeciendo a un instinto más poderoso, va a confundirse con las canteras maternales...




Dionisio Ridruejo en 1950.


Dionisio Ridruejo escribe en 1950 sus Sonetos a la piedra, algunos de ellos dedicados a El Escorial; seleccionamos éste:

                              Es de esbeltez y todavía pesa
                              una informe en los sillares
                              cuando un pueblo que planta sus altares
                              hormiguea labrando su promesa.

                              El aire es todo alcázares. No cesa
                              la fabrica mudable en sus solares,
                              y, en la piedra, con cielos, bosques, mares,
                              un mundo en red de números se apresa.

                              Instantes que ya quiere, que ya sabe
                              su perfección y todavía su sueño,
                              aurora, porvenir, fe, libre vuelo.

                             Cuando la piedra lucha y, menos grave,
                             la montaña se rinde ante su dueño
                             y el hombre injerta primavera al cielo.

Jose Mª Suárez en "Rincones escurialenses"


Jose Mª Suárez en su entrañable libro en prosa poética “Rincones escurialenses”, nos deja estas líneas:

Amplia la mirada sobre la tierra madre, cercana, viva. Amplio también el corazón. Curva de regazo. Sobre los álamos y los chopos, sobre los robles, todas las esquinas al viento.
Hondonada abierta de par en par, la Herrería se llega calladamente, como con pasos de niño. Verde vegetal recién nacido, acunado en brazos de la montaña.
Hay un perfume a lluvia, a savia, a tierra bien caliente. Todos los manantiales, entre rocas, golpeando la tarde.
Cima adelante, entre rocas redondas y macizas, la mirada se columpia en saltos, en piruetas, casi en vuelos. Pueblos lejanos coloreados de rojo y gris. Y un sol de oro, viejo de siglos, primitivo, buscando espejos centelleantes, cristales, luz.
Tierra madre, montaña, carne y sangre del tiempo. Sobre el atardecer, nostalgias de niñez se han quedado prendidas entre las altas rocas y los árboles firmes.

Ortega en El Escorial


En Las meditaciones del Quijote" escribía:

El Monasterio del Escorial se levanta sobre un collado. La ladera meridional de este collado desciende bajo la cobertura de un boscaje, que es a un tiempo robledo y fresneda: El sitio se llama La Herrería: la cárdena mole ejemplar del edificio modifica, según la estación, su carácter merced a este monte de espesura tendido a sus plantas, que en invierno cobrizo, áureo en otoño, y de un verde oscuro en estío. La primavera pasa por aquí rauda, instantánea y excesiva, como una imagen erótica por el alma acerada de un cenobiarca.

Lo que veía Azorín



Todo el paisaje converge hacia la inmensa fábrica: Los montes son austeros: El boscaje que los viste resalta con su color negruzco. Las peñas que asoman entre el severo verdor aparecen en agudos picos o en rotundidades formidables. Todo en el paisaje -color y línea- sirve a realzar la solidez y fuerza de la enorme construcción. Y más allá del horizonte, traspuestos los cinco puntos cardinales, ligado indisolublemente al gran edificio, al reducido aposento que se halla en el gran edificio, se extiende un vasto y poderoso imperio.

Unamuno


Miguel de Unamuno estuvo durante una semana completa, en 1912, visitando con detenimiento el monasterio, particularmente la basílica; cuenta el P. Vicuña que los jóvenes seminaristas le llamaban “el mochuelo contemplativo” a causa de sus ojos redondos agrandados por las gafas; como de costumbre lleno de contradicciones y dudas, expreso con muy diversos acentos sus sentimientos ante la obra escurialense y su paisaje, pero es en “Andanzas y visiones españolas”, quizás el más maravilloso libro de relatos viajeros que sobre España se haya escrito, donde nos dejó unas expresivas líneas:

El único encanto de El Escorial es formar como parte integrante del paisaje de que está rodeado, lo cual no había sido previsto por sus constructores.
Y al llegar a El Escorial, desde esta plateresca y en gran medida churrigueresca Salamanca, la mayor parte de cuyos edificios no pecan, ciertamente, por su sencillez y severidad, sino que están recargados de follaje, mi vista descansaba en las líneas puras y severísimas del Monasterio de El Escorial, en aquella imponente masa todo proporción y todo grandeza sin afanosidad.
Eso de hablar de aridez repulsiva de El Escorial, como hablar de lo sombrío de su carácter, carece, en rigor, de valor estético, pues falta probar que lo árido y lo sombrío no puedan ser hermosísimos.